El futuro está aquí, las relaciones humanas se extinguen y cada día vivimos de una forma más individualizada y relacionándonos a través de dispositivos digitales. El sexo en las redes sociales está a la orden del día y disfrutamos de buenas horas de conversación subidas de tono de las que no se saca nada más que un simple “calentón”. Sin embargo, suena paradójico que cuando hablamos de juguetes sexuales, nos tornamos escépticos y pensamos que es imposible sustituir una relación sexual real por una creada por un aparato eléctrico.

 

En 2010 se presentaba en el mercado de la inteligencia emocional algo que parecía ser sacado de una película de ciencia ficción, un robot capaz de mantener una relación sexual con una persona. Desde entonces se ha creado mucho revuelo entre los que piensan que no podrá sustituir a una relación “real” con un ser humano, y los que piensan que podría ser perfectamente un sustituto, sobre todo para aquellas personas que no se les da muy bien relacionarse con las personas.

 

En 2013 un estudio en EEUU sobre este tema arrojaba los siguientes resultados: el 9% estaba dispuestos a irse a la cama con un(a) robot. El 42% afirmaba incluso, que eso podía considerarse una infidelidad. El 31% se negaría a usar estos robots y el 26% “necesitaría más información”.

 

Películas como Her (Spike Jonze, 2013), nos mostraban como en un futuro no muy lejano los seres humanos nos convertiríamos en personas dependientes emocionalmente de un sistema operativo en su esencia, sin cuerpo que acariciar.
Tanto si habéis visto este tipo de películas como si no, tendréis una opinión al respecto y, sobre todo, una pregunta que os dará vueltas en la cabeza ¿será posible?, ¿podremos enamorarnos de algo que no vemos o disfrutar de una relación sexual con un cuerpo de metal y látex?

 

Lejos de dar una opinión al respecto si puedo definiros en esencia cuatro aspectos que pueden plantearos nuevos horizontes en nuestra sexualidad. En primer lugar, el enamoramiento es mucho más parte de nuestra responsabilidad y nuestra predisposición a querer enamorarnos de lo que a priori pensamos. Enamorarse es idealizar y hacer únicas cualidades de una persona que nos atrae sexualmente, sin que por ello, esta atracción sea física, puede ser una atracción meramente psicológica, porque nos parezca interesante o motivante su personalidad. Desde esta perspectiva, enamorarse de un sistema operativo con inteligencia artificial, capaz de comunicarse y expresar emociones podría ser un ente perfectamente válido del que enamorarse. En segundo lugar el amor, en esencia, es compartir, respetar, admirar y desear estar con una persona. Todas esas cualidades pueden ser perfectamente plausibles dirigidas a cualquier objeto, porque el proceso cerebral que los sustenta no entiende de percepción, son cualidades abstractas que no van unidas a nada específico, si no que lo construimos nosotros alrededor de otros conceptos. El tercer aspecto es el apego difícil de definir en una frase, pero es la base de la interdependencia entre dos personas que forma una relación. Se ha demostrado que podemos sentir apego por objetos inanimados como si formaran parte de nosotros mismos, si además este objeto simula ser una persona, la cosa parece ser más fácil. Por último, y no menos importante, el deseo sexual, el cual tiene tres componentes (físico, psicológico y social) que funcionan como un engranaje, donde si uno de los tres se mueve, provoca la movilización en el otro. Si hablamos de deseo sexual hacia un robot esté estaría dirigido por el anhelo (deseo social) de mantener una relación sexual que, despertaría la motivación (deseo psicológico) por mantener dicha relación sexual. Tras el despertar de estos dos el físico es una respuesta automática que desencadenaría la excitación por completo.

 

Tras esta breve explicación de procesos que pueden ser controlados, iniciados y manipulados por nosotros mismos sin la intervención del otro, la relación entre un humano y un robot no debería sonarnos tan descabellada.

 

Ahora nos quedaría por despejar otra incógnita, ¿y el contacto? ¿en dónde quedaría el contacto real piel con piel? Desde la antropología se han realizado muchos estudios que han demostrado una necesidad básica en el ser humano del contacto de la piel, de ahí que en nuestra propia evolución nos hayamos desprendido del pelo en el 80% de nuestro cuerpo. ¿Seríamos capaces de satisfacer esta necesidad de piel con piel con un sucedáneo de la piel? ¿Podríamos engañar a nuestro cuerpo y a nuestra mente a tal grado? Es justo en este punto donde se abre un debate gigante y al que os invito a que participéis ¿seríamos capaces de tener una relación plena con un robot o solo serviría como una herramienta más de alivio relacional?

5 Comments

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.