Hace poco, una noticia saltaba en nuestro muro de Facebook con el título: “Ni lubricantes ni condones para mis hijos”.
No era una noticia en sí, sino una petición para pedir el cese de un tipo de educación sexual que se está impartiendo en Sevilla, para lo cual piden tu colaboración con el ánimo de pararla cuanto antes y de modo urgente, viene a avisarnos de lo peligroso que es dar condones y lubricantes vaginales y anales a nuestros alumnos, sus hijos, pues incita a la promiscuidad y a relaciones vacías y carentes de amor.
Vayamos por partes. En primer lugar, desde una visión o modelo integral de la sexualidad, o como Félix López Sánchez, Catedrático del Área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Salamanca, lo denomina: modelo Biopsicosocial, la finalidad de la educación sexual debe ser la de conseguir que todas las personas tengan una vivencia de su sexualidad positiva y placentera (erotofílica[1]), sin dogmatizar, ni adoctrinar en ninguno de los aspectos que atañen a la individualidad del hecho sexual humano. Desde este modelo, intentamos huir y desterrar otros modelos más agresivos, como es el modelo revolucionario[2] de la sexualidad. En pocas palabras, el objetivo de este otro modelo es, que todos los seres humanos se conviertan en máquinas del sexo, en tener mejores orgasmos, en cómo hacer mejores felaciones/cunnilingus. La idea central podría describirse usando pocas palabras, como: “el que no se masturba es tonto”.
Este no es el camino hacia una educación sexual que respeta las individualidades y la diversidad humana. Impone sus propias reglas revolucionarias e incomoda a las personas que viven su sexualidad de una manera más pausada, relajada o secundaria. Repartir condones y lubricantes no es el camino. La educación sexual, no puede quedarse en la anécdota, en la que los alumnos salen de las aulas con lubricantes y condones, convirtiéndose más en una mofa anecdótica que en una experiencia beneficiosa. Nosotros, los profesionales de la educación sexual, debemos educar en asertividad, en enseñar las posibilidades que los alumnos tienen, en empoderarlos. No damos condones, ayudamos a los jóvenes a poder desenvolverse en su medio, a que conozcan los centros de planificación familiar, a que pierdan la vergüenza a la hora de pedir, en la farmacia, el producto que necesitan. No regalamos lubricantes, la educación sexual no es una anécdota liviana.
Si tomamos por verdaderas las palabras del autor del artículo en cuestión, en dichas charlas, “se adiestra en técnicas de masturbación con penes y vulvas de plástico”. La educación sexual no debe aleccionar a los alumnos a como masturbarse o acariciar a otros. En nuestros Máster especialistas en Sexología, no aprendemos como masturbarnos de manera correcta, pues partimos de la base, de que cada persona tiene su propio mapa erótico, su propia sexualidad idiosincrática. No somos quien, para imponer un modelo de masturbación, felación o cunnilingus. Si es cierto lo que el autor del texto afirma, esta educación sexual vuelve a correr el riego de alejarse del modelo integral erotofílico, promoviendo una manera dogmatica de sexualidad. La educación sexual sirve para que el alumnado conozca su cuerpo y el del otro, asumiendo la responsabilidad y autonomía de cuidarlo y agasajarlo con caricias como vea pertinente. La educación sexual no se compone de talleres para aprender a masturbarse o masturbar.
Por otro lado, estamos completamente de acuerdo con la afirmación, que aparece en el texto, del jefe del servicio de Salud del ayuntamiento, que preside el alcalde socialista Juan Espadas, cuando afirma que: “La educación sexual no consiste simplemente en evitar embarazos no deseados” sino también “disfrutar de las relaciones eróticas”. Estas palabras vienen a reflejar, otra característica del modelo integrador, que es la de intentar superar e ir más allá del modelo puramente medico de la educación sexual. Este modelo también conocido como el modelo de riesgos, hace un grave reduccionismo de la sexualidad, centrando el objetivo únicamente en los riesgos que atañen a esta. Infecciones de transmisión sexual y “riesgo” de embarazo, son las palabras fetiche de este modelo, obviando otras características y funciones de la sexualidad como son el placer, la comunicación, y la mejora de la autoestima. Un modelo integrador, centra sus esfuerzos también, en el lado emocional de la sexualidad, nos habla de amor y enamoramiento, de erotismo, de conocer y gestionar nuestras emociones y conocer las emociones de los otros, siendo empáticos y asertivos. Una educación sexual de calidad se apoya en los conocimientos científicos de la educación emocional.
En el artículo también se afirma, que son los padres los que han de velar por la sexualidad de sus hijos y no el Estado o las administraciones educativas. Bien, a este respecto he de decir que entre los fines de la educación, según la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, modificada por la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa, aparece la siguiente finalidad:
- El pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos[3].
El sistema educativo ha de velar para que el alumnado desarrolle su personalidad a través de los cinco ámbitos del desarrollo: motórico, cognitivo, de inserción social, de comunicación y afectivo. Y sobre estos últimos ámbitos, la educación sexual y emocional, juegan un papel primordial. Sí le corresponde al sistema educativo fomentar un desarrollo equilibrado de la personalidad de nuestros jóvenes y una sexualidad saludable, pues es primordial para alcanzar este fin. No solo ha de quedar en manos de las familias. Nuestros centros educativos tienen que estar a la altura de las responsabilidades que tanto ellos mismos, como el resto de la sociedad, les hemos encomendado, y tienen el deber de cubrir una necesidad, tan básica, como educar en sexualidad y en competencias emocionales.
El error fundamental aparece cuando, en nuestras decisiones educativas, no contamos con la aprobación y colaboración de las familias. Atendiendo a la misma Ley señalada (LOE modificada por LOMCE), en su preámbulo queda clara la intención de contar con los padres/madres en todo lo que atañe a la educación de sus hijos:
“La realidad familiar en general, y en particular en el ámbito de su relación con la educación, está experimentando profundos cambios. Son necesarios canales y hábitos que nos permitan restaurar el equilibrio y la fortaleza de las relaciones entre alumnos y alumnas, familias y escuelas. Las familias son las primeras responsables de la educación de sus hijos y por ello el sistema educativo tiene que contar con la familia y confiar en sus decisiones[4]”.
Una educación sexual que no cuenta con el beneplácito y la colaboración de los padres, es una educación abocada al más absoluto fracaso. Nuestra responsabilidad, como expertos en educación sexual, es mostrar a las familias la importancia de trabajar la sexualidad de sus hijos, desde un modelo científico, positivo y no “adoctrinador”, donde los padres/madres puedan preguntarnos, resolver sus dudas y participar en la elaboración de los programas a llevar a cabo en los centros educativos, partiendo de las necesidades concretas de todos ellos.
Es un fallo garrafal no negociar, con las familias, que se va a dar en las aulas, en cuanto a la educación sexual. Cuando los padres toman interés y conocen lo que realmente hacemos en los centros educativos, comprenden la formidable y necesaria labor que pretendemos llevar a cabo, eliminando sus ideas preconcebidas. Esto se consigue alejándonos del oscurantismo y la sospecha y es en ese instante, cuando nos volvemos transparentes, lógicos y necesarios. Si actuamos a sus espaldas, podemos convertirnos en sus enemigos, si les pedimos ayuda, colaboración y les mostramos cual es nuestra labor, conseguimos un objetivo mutuo: que nuestros alumnos/hijos desarrollen su personalidad de manera integral, positiva y saludable.
Por ello podemos entender la queja amarga de unos familiares que no se fían de lo que está ocurriendo en las aulas donde aprenden sus hijos. Puede que el fallo primordial, es que, la administración competente, no ha sabido comunicar la finalidad de dichas charlas, que no ha contado con la opinión inicial de los padres/madres. Cuando una madre/padre comprende en qué consiste el modelo integral, y la importancia que le damos a su opinión, deja de tener miedo a la educación sexual.
[1] Para conocer más sobre erotofilia acudir a: http://jalomanda.blogspot.com.es/2013/02/erotofilia-y-erotofobia-dos-maneras.html
[2] Para conocer este modelo y otros acudir a: http://jalomanda.blogspot.com.es/2014/11/etica-y-moral-en-la-sexualidad-son.html
[3] Datos hallados en: https://www.murciaeduca.es/iesvalledeleiva/sitio/upload/lomce_mas__loe_final.pdf
[4] Datos hallados en: https://www.murciaeduca.es/iesvalledeleiva/sitio/upload/lomce_mas__loe_final.pdf
Entonces, que una familia se niegue a que su hijo.a reciba educación sexual en el aula es básicamente porque no se ha sabido negociar con ella. Eso de que no quiera por cualquier otro motivo no entra en los planes, y está claro que jamás bloquearían los intentos de educación sexual en las aulas. Vale.