Dicen que el primer amor no se olvida, incluso existe gente que solo ha tenido un amor con el que aún continua una relación idílica que, más de uno de nosotros querría. Sin embargo, es mucho más común que cada uno de nosotros hayamos llegado a la edad de treinta años con el bagaje de varias relaciones que, además de darnos alegrías en su momento, lo que más nos han dejado son huellas imborrables que nos cambian para siempre nuestra manera de mantener una relación de pareja.
Efectivamente, cada relación que tengamos será diferente a la anterior, por el simple hecho de que es una persona diferente, aunque en muchos casos podamos llegar a creer que siempre damos con el mismo perfil de persona. Cada cual, con sus matices, cambiará características estructurales pero, sin duda, existe una actitud muy típica al dejar una relación de pareja y se resume en una frase: “ya nunca más volveré a enamorarme”.
Enamorarse es una de las experiencias más increíbles que podemos sentir pero, gracias a esta frase lapidaria, podemos convertir este sentimiento en un auténtico infierno, lo que los profesionales llamamos filofobia, esto es, miedo al enamoramiento o a iniciar y/o mantener una relación de pareja que, en casos graves, puede llegar a ser muy incapacitante y generalizarse más allá de las relaciones de pareja, creando un miedo irracional a cualquier tipo de relación con compañeros de trabajo, amigos y/o familiares.
Para un filofóbico, el simple hecho de pensar en el enamoramiento puede producirle una sensación de malestar tanto físico como psicológico llevando a cabo unos mecanismos de defensa que le permiten alejarse o evitar tales situaciones. Se estima que un 15% de la población lo sufre y es, en muchas ocasiones, raíz de problemas en la relación de pareja sin que seamos conscientes de este miedo.
Este tipo de miedo aparece, por lo general, al finalizar una relación de pareja, ya que nos invade una sensación de fracaso e inseguridad que fragiliza nuestra autoestima. Al principio es un miedo que nos protege de cualquier daño a nuestra integridad personal y psicológica, pero el problema empieza a aparecer cuando las respuestas a ese miedo nos ofrecen una falsa ilusión de seguridad que nos vuelve más vulnerables de lo que realmente pensamos.
Los signos que pueden hacernos sospechar de qué tenemos este tipo de miedo es la evitación de relaciones en las que se establezca un compromiso, evitamos mostrarnos como somos para que no nos dañen o no sentirnos muy vulnerables. Cuando establecemos algún lazo más intimo en la relación empezamos a buscar defectos en nuestra pareja para no profundizar más en los sentimientos que nos mueven a estar con esa persona, incluso buscamos disputas para que sea nuestra pareja la que tome la decisión de dejarnos. En otras ocasiones buscamos amores imposibles o relaciones en las que sabemos que no se puede establecer un vínculo mayor.
Si te sientes identificado con estas características es necesario que enfrentes tus miedos, ya que es una buena manera de vencerlo. Reconocerse a uno mismo los miedos y contarlos a la otra persona puede ser muy liberador y rompe la barrera que se necesita para continuar avanzando, la intimidad. Vivir el presente de una relación sin pensar en lo que va a pasar después de que hagamos esto y lo otro, además de eliminar preocupaciones que nos generan mucho estrés, te permitirá disfrutar de todo lo que una relación te puede ofrecer.
Si piensas que no puedes enfrentarte o que no sabes muy bien cómo hacerlo, pide ayuda a un especialista, además de eliminar la filofobia, fortalecerá aquellas facetas que en el bagaje de las anteriores relaciones quedaron mermadas.